¿Qué pasa cuando algunos de los jóvenes más prometedores de América Latina aceptan el reto de dar clase en algunos de los colegios más necesitados de la región?
Esa es la pregunta a la que desde hace varios años están respondiendo organizaciones como Enseña Chile, Enseña por México, Enseñá por Argentina y los otros siete miembros latinoamericanos de la red Teach for All.
La red, que esta semana celebra su 10 aniversario, actualmente tiene presencia en 46 países de todo el mundo, incluyendo Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, Brasil y Haití.
Con ligeras variaciones, todos sus miembros trabajan para tratar de convencer a los jóvenes más talentosos de sus respectivos países que dediquen al menos un par de años a la enseñanza al salir de la universidad. Y para ello, además de capacitación y un seguimiento permanente, estas iniciativas les garantizan a estos profesores “inesperados” -por lo general destinados a escuelas en las zonas menos privilegiadas- un estipendio mensual.
El resultado es que muchos jóvenes que originalmente planeaban trabajar como banqueros, ingenieros, doctores o abogados terminan “enganchados” al mundo de la educación.
“El 97% de los jóvenes que han pasado por Enseña Chile siguen ligados al tema de una forma u otra y el 80% sigue en educación a tiempo completo”, dice su director ejecutivo, Tomás Recart. Y algo muy similar ocurre en otros países.
Pero, ¿qué pueden aprender los sistemas educativos de la experiencia de estos jóvenes? ¿Puede este tipo de iniciativas tener un impacto que trascienda la anécdota o el aula de clases a la que llegan a dar?
Para averiguarlo se tomó el testimonio de varias personas ligadas a estos programas en tres países diferentes de América Latina: México, Chile y Perú.
Con sus contribuciones, identificamos estas cuatro claves para mejorar la educación en la región, según los profesores “inesperados” de Enseña.
1. “El problema no es el qué, sino quién”
El chileno Tomás Recart es un buen ejemplo de lo difícil que es sacarse de encima el “virus” de la educación una vez que uno ha sido inoculado con el mismo.
Este hijo de banquero, que se formó como ingeniero industrial con mención en transporte, no parecía destinado a una carrera en el sector. Y él mismo admite que terminó vinculado al mundo educativo un poco por accidente. Al terminar la universidad su prioridad era hacerse con un buen mentor y eso lo llevó a trabajar con Andrés Iacobelli, quien acabada de regresar de la universidad de Harvard a fundar el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Chile.
“Me tocó servir de puente entre la universidad y comunas de mucha pobreza para tratar de ayudarles a resolver sus principales problemas. Y fueron los propios alcaldes los que me dijeron que el principal problema era la educación”, recuerda.
Así empezó un camino que encontró su rumbo definitivo varios años más tarde, cuando en el marco de sus estudios de posgrado en Harvard asistió a una conferencia de Wendy Kopp, cofundadora de Teach for All. “Su mensaje era: cuando tienes un sistema con muchos problemas que hay que resolver al mismo tiempo, no trates de resolverlos todos por tu cuenta”, recuerda Recart.
“En lugar de eso ocúpate de construir puentes para que otra gente talentosa también se familiarice y se comprometa con esos problemas y se sume a los esfuerzos por darles solución”, es su resumen de los planteamientos de Kopp.
Según el chileno, eso le hizo comprender que el problema de muchos de los que estaban tratando de mejorar la calidad de la educación “era que estábamos tratando de responder la pregunta equivocada”. “Nos estábamos preguntarnos ‘qué’ debemos hacer, en lugar de preguntarnos ‘quién’ es el que tiene que hacerlo”.
Y en su caso particular su respuesta fue fundar junto a cinco amigos Enseña Chile -la primera miembro de la familia en América Latina- con la idea de atraer y formar al mejor talento disponible para enviarlo a las escuelas de los lugares con más carencias del país.
Como destaca Recart, el objetivo fundamental de la iniciativa no es necesariamente que estos jóvenes se queden en las aulas de clase, sino que salgan de la experiencia, convencidos de que el problema de la educación no sólo es urgente, sino también solucionable y, sobre todo, también un problema suyo.
“El problema no son los profesores, sino un sistema que requiere de muchas manos diferentes en muchos lugares diferentes de la sociedad”, explica. Recart también tiene claro que Enseña Chile no posee la solución a todos los problemas.
Pero desde 2009 la organización ha contribuido a la formación tanto de profesores como de tomadores de decisiones y emprendedores sociales que, desde sus trincheras, siguen peleando la batalla por una mejor educación.
2. “Para mejorar no basta con inyectar dinero”
El caso de Marcia Rivas ilustra perfectamente el efecto multiplicador de la red Enseña, pues sus dos años de experiencia en las aulas de clase informaron buena parte de su trabajo en el Ministerio de Educación de Perú.
Abogada de formación, Rivas inició el programa de Enseña Perú en 2011 y tres años después ingresó al ministerio, ocupando el cargo de directora de educación básica especial hasta el pasado 3 de octubre.
“Yo sabía que tenía que hacer algo social, pero no sabía que iba a ser en educación”, dice de un trayecto que, por lo que cuenta, también le ayudó a familiarizarse con realidades muy distintas a las de la conservadora provincia de la que es originaria.
“Pero después de ver lo que se podía lograr poniendo a la gente correcta en los lugares correctos me dije: esto es lo mío, me quedo en el sector público”, dice.
Esta peruana de 29 años no tiene ninguna duda de que el gran desafío de la educación en su país, América Latina “y yo creo que en el mundo” es la inequidad. “Hay grandes disparidades determinadas por donde nació cada persona. Y eso no nos lo podemos permitir” explica.
Pero también insiste en que el problema no se soluciona únicamente inyectando recursos, pues la inequidad tiene numerosas expresiones, como por ejemplo un niño en Puno que recibe clases en un idioma que no entiende.
Según Rivas, después de años preocupados por el tema de acceso, es sólo muy recientemente que América Latina ha empezado a asumir que no basta con tener escuelas, sino que estas tienen que ser buenas. En su opinión, eso pasa por poner el énfasis en la capacitación de los docentes, pero también en la creación de condiciones para que puedan ejercer mejor su labor.
Y también por “pensar fuera de la caja”, entre otras cosas abriendo más la escuela a la comunidad.
“Si tengo que capacitar al docente, ¿por qué no permitirle tener experiencias con otros profesionales, biólogos, ingenieros, etc.?”, se pregunta Rivas. Y es que según ella, esto permitiría que la educación sea permeada por otras visiones, pero también ayudaría a que más actores se sumen al esfuerzo por mejorar su calidad, como busca la filosofía de Teach for All.
3. “Antes de hacer hay que conocer”
Hace poco más de dos años Yujy Navarro estaba dedicada a un trabajo que no le gustaba cuando fue interpelada por la pregunta: ¿quieres cambiar tu país?
La pregunta articulaba la tercera convocatoria de Enseña por México y esta nativa de Guadalajara que ahora tiene 26 años no dudó en dejar su trabajo en una oficina de recursos humanos para postular al programa, que acaba de completar.
Yo siempre he estado convencida de que la educación es lo mejor para cambiar al país, porque lo hizo conmigo”, dice Navarro, recordando los problemas que tuvo que enfrentar junto a sus cuatro hermanos por causa del abandono de uno de sus padres.
Ahora está poniendo en práctica todo lo aprendido como parte de su experiencia como maestra en una comunidad rural de Jalisco en su nuevo trabajo: un proyecto educativo de la ONG internacional TECHO en el Estado de México.
“Es lindo poder aplicar todo lo que aprendí. Y la verdad es que todas las herramientas (adquiridas durante su paso por Enseña por México) son aplicables en cualquier trabajo”, asegura.
Y lo mismo se puede decir de los principales aprendizajes de su experiencia tratando de dejar su huella en la pequeña escuelita de La Manzanilla de la Paz en la que le tocó trabajar.
“Lo peor que se puede hacer es no contextualizar, no conocer el lugar donde uno tiene que implementar sus políticas, sus ideas. Muchos ven ideas de otros lugares y las quieren implementar sin pensar en las realidades de la gente. Hay gente con muy buena intención, pero hay que conocer y saber antes de hacer”, sostiene.
En su caso, esa recomendación tuvo importantes implicaciones para la sostenibilidad de sus esfuerzos para reducir la deserción escolar, pues basó los mismos en un mejor aprovechamiento de los programas de gobierno existentes, así como en el apoyo directo de una parte importante de la comunidad.
“Una buena parte de los habitantes de La Manzanilla de La Paz es gente mayor que viaja a EE.UU., así que busqué que ellos ayudaran con becas” cuenta con orgullo Navarro, quien también trabajó de cerca con el presidente de la comunidad.
“Uno tiene que preguntarse qué va a pasar cuando me vaya”, explica, y luego insiste: “La clave es vincular a todos los agentes, creo que esa es la forma de cambiar”.
4. “Los estudiantes son valiosos agentes del cambio”
Tomás Despouy también renunció a su trabajo para responder a la convocatoria de Enseña Chile en 2009, en un momento en que toda la sociedad chilena era interpelada por el debate nacional sobre el futuro de la educación.
Pasó así de Microsoft Chile a dar clases de matemáticas a estudiantes de los 13 a los 17 años en una escuela ubicada en una localidad más o menos céntrica de Santiago donde abundaban los jóvenes en situación de riesgo.
La experiencia fue transformadora y los beneficios de la atención que los jóvenes de Enseña empezaron a dedicarle a sus alumnos rápidamente se hizo evidente. “Pero no nos daba el tiempo ni la energía para acompañar a todos nuestros estudiantes”, recuerda Despouy. “Necesitábamos más manos. Así que nos pusimos a pensar cómo vincular a los otros estudiantes”, cuenta.
De esa idea en 2014 nació Panal, una organización que ahora también tiene gemelas en México, Colombia, Perú y Ecuador.
“Nuestro objetivo es ayudar a conformar comunidades de estudiantes que en vez de tener una actitud pasiva se hacen cargo de sus problemas”, explica Despouy, actualmente director ejecutivo de Panal en Chile.
“Mucho se hace de arriba hacia abajo y no se están generando los espacios participativos, cuando la participación de los estudiantes puede acelerar los cambios”, lamenta el chileno.
“Así que trabajamos para ayudar a que sean más partícipes de su proyecto educativo y a que no estén a la espera de soluciones”, dice.
El modelo de Panal es organizar sesiones sabatinas con los estudiantes interesados para ayudarles a desarrollar habilidades e identificar y trabajar sobre sus problemáticas de la mano de universitarios y profesionales que trabajan como voluntarios.
“Los estudiantes pueden ser valiosos agentes de cambio”, resume Despouy.
Una visión que también encierra otra posible clave para mejorar la calidad de la educación en América Latina.
FUENTE:
- BBC Mundo
SyF – Ingeniería para la Gestión, Lima 30 de octubre del 2017
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