El Foro Económico Mundial difundió el Reporte 2017 del Capital Humano, que mide la formación y la capacidad de la población para generar valor en una economía cada vez más difícil y competitiva.
“El capital humano puede ser un determinante del éxito de una nación en el largo plazo más importante que cualquier otro factor”, asegura el Foro Económico Mundial (FEM) en un informe difundido este mes, que presenta las mediciones más actualizadas. El Índice de Capital Humano (ICH) es uno de los indicadores que estima con mayor precisión la calificación que tiene la mano de obra de un país para crear valor y producir riqueza.
“Con ‘capital humano’ nos referimos al conocimiento y las habilidades que poseen las personas, y que les permiten crear valor en el sistema económico global. No se consigue sólo a través de la educación formal. También se puede mejorar con el correr del tiempo, con el uso de la gente a lo largo de su vida”, sostiene el Reporte 2017 del Capital Humano.
El ICH se compone de cuatro subíndices: “Aptitudes”, que mide el nivel general de educación acumulada; “Despliegue”, que estima la aplicación práctica de los conocimientos y la adquisición de habilidades a través del trabajo; “Desarrollo”, que calcula los esfuerzos realizados para educar a los estudiantes y formar a las personas en edad de trabajar; y “Know-how”, que mide el alcance y la profundidad de las habilidades específicas utilizadas en el trabajo. Cada subíndice está compuesto de diferentes indicadores que, promediados, conforman el puntaje final del ICH.
Noruega encabeza el ranking mundial con un índice de 77,12, seguido muy de cerca por Finlandia, con 77,07. Después vienen Suiza (76,48), Estados Unidos (74,84), Dinamarca (74,4), Alemania (74,3), Nueva Zelanda (74,14), Suecia (73,95), Eslovenia (73,33) y Austria (73,29).
“Una elevada proporción de la mano de obra de estos países son graduados. Es el resultado de una política: son estados que han elegido financiar o apoyar mayores niveles de educación. Si bien en algunos casos, como Reino Unido, hubo un viraje en los últimos 25 años hacia un modelo en el que los estudiantes se autofinancian, siguen invirtiendo fuertemente en la creación de capital humano. La cultura también juega un rol significativo. Dinamarca, por ejemplo, encabeza también las evaluaciones que miden la felicidad de la población y los mejores lugares para vivir”, explica Anthony Hesketh, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad de Lancaster, Reino Unido.
Capital humano y riqueza
La mejor manera de ver el impacto que tiene el capital humano sobre la generación de riqueza es ubicar en un plano a todos los países según su ICH y su Producto Interno Bruto per cápita. El cuarto gráfico muestra una tendencia bastante fuerte: a medida que aumenta el capital humano de los países (de izquierda a derecha), crece también el PIB (de abajo hacia arriba).
Sin embargo hay algunos casos disonantes. Por ejemplo, Arabia Saudita y Kuwait tienen menos de 60 de ICH, pero son extremadamente ricos, con un PIB de 50 y 69 mil dólares respectivamente. Algo parecido ocurre con Brunei, Emiratos Árabes y Qatar, que oscilan entre 60 y 65 en ICH, pero tienen ingresos extraordinarios, de entre 67 y 118 mil dólares. ¿Qué tienen en común? Son todas naciones con economías muy dependientes de las exportaciones de petróleo.
“Los países con mayor capital humano parecen tener también mayor PIB. Pero muchos sospechan que eso se debe a que los países ricos invierten más en educación, y no al revés. No hay una respuesta clara para eso, pero mi intuición es que el nivel educativo de la población mejora la calidad de los representantes y de las políticas, lo que contribuye al crecimiento”, dijo el economista Oren Danieli, doctorando en el Programa de Economía de Negocios de la Universidad de Harvard.
El debate está instalado desde hace tiempo entre los académicos que estudian el impacto de la educación sobre la economía. ¿Qué ocurre primero? ¿Los países potencian su capital humano y eso les permite enriquecerse, o tienen que ser ricos para luego invertir en la formación de su mano de obra? Si bien hay argumentos para defender ambas hipótesis, el fenómeno de los países petroleros parece darle la razón a la primera.
Si la riqueza es lo que permite desarrollar la educación, ellos ya deberían haberlo hecho hace mucho tiempo, pero no lo hicieron. Probablemente porque no lo necesitan: les alcanza con explotar los extraordinarios recursos de su suelo. En cambio, las naciones que no cuentan con esa ventaja, saben que su bienestar depende de tener una población muy educada y una mano de obra altamente calificada. Noruega, Finlandia, Suiza, Estados Unidos, Dinamarca y Alemania son ricos porque tienen un alto capital humano, y por eso mismo, invierten buena parte de sus ingresos en seguir mejorándolo.
La conclusión que arrojan estos datos es muy clara: a menos que una sociedad posea recursos naturales excepcionales, que le permitan ser rica dedicándose exclusivamente a extraerlos y venderlos, la única forma de tener un nivel de ingresos alto es con una población muy preparada. Cuando la riqueza no está en la tierra, sólo el trabajo y la creatividad de las personas puede crearla. Para eso, el Estado debe ocuparse de fomentarla y no de limitarla.
“El capital humano es el recurso individual más importante que tiene cualquier país. Es la mayor forma de riqueza, incluso por encima del capital producido (construcciones y equipamiento) y el capital natural (tierra cultivable, minerales y energía). El capital humano es el elemento crítico del que depende el desarrollo”, dijo a Infobae Barbara Fraumeni, profesora de políticas públicas en la Universidad del Sur de Maine, Estados Unidos.
Si este recurso es tan importante es porque no sólo sirve para generar valor en la economía. También permite desarrollar soluciones más inteligentes y eficientes a la multiplicidad de problemas que enfrenta cualquier sociedad, y mejorar así las condiciones generales de vida.
La importancia de la educación y del perfeccionamiento
“La educación es el factor que contribuye al capital humano más fácilmente medible, pero el éxito de las naciones no se puede explicar sólo por ella —dijo Fraumeni—. Por ejemplo, si bien no es fácil de demostrar, creo que el deseo de innovar y de pensar con creatividad son muy importantes”.
Reducir el capital humano al nivel educativo es un error común. Indudablemente, tener buenas escuelas y mejores universidades a las que pueda acceder un número creciente de personas es muy importante. Pero hay muchos conocimientos prácticos que son necesarios para generar riqueza y que no se aprenden en los establecimientos educativos.
“Hay personas que tienen trabajos que requieren de una gran habilidad pero que no poseen un título. Al mismo tiempo, hay graduados que pueden desempeñarse en empleos de baja calificación. Así que no se trata sólo de cuánto capital humano tiene alguien. También es importante ver el Valor Agregado Bruto por empleado. Yo prefiero este dato porque la productividad económica no depende sólo de las capacidades formales, sino también de la experiencia y de otras especies de entrenamiento”, sostuvo Hesketh.
Uno de los grandes interrogantes que enfrentan los países pobres que además están muy rezagados en términos educativos y de calificación laboral es qué hacer para mejorar y estar en condiciones de competir con otras naciones. Con recursos escasos, y sin una infraestructura física y social desarrollada, no es tan sencillo potenciar el capital humano.
Taner Akpınar, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad del Mediterráneo, Turquía, desconfía de las recetas tradicionales que se hacen desde los países desarrollados hacia los subdesarrollados. “No hay dudas de que el capital humano es un factor crucial en la economía capitalista de hoy para los individuos y para la sociedad en general. Pero no hay garantías de que individuos y sociedades vayan a obtener beneficios económicos de invertir en las personas. El problema es que los agentes individuales no actúan en un ambiente con igualdad de oportunidades y con el derecho a elegir libremente”, sostuvo en diálogo con Infobae.
El economista citó el ejemplo de Turquía, donde uno de cada cinco desocupados tienen título secundario. Desde su punto de vista, el capital humano que poseen no les permite contribuir al crecimiento de su país si la economía no les da la oportunidad de ingresar al mercado laboral. “Hay un problema estructural que no se resuelve con políticas individualistas como la inversión en capital humano”, dijo Akpınar. Sin embargo, reconoció que “la forma racional de mejorar para las naciones de ingresos medios y bajos es crear oportunidades equitativas en la educación, especialmente para los más pobres”.
El desafío es entonces doble. Por un lado, tener una educación de calidad, que dé herramientas a las personas para que puedan crear, innovar y aportar a la sociedad. Pero al mismo tiempo, para que funcione, el sistema tiene que garantizar que el acceso no quede circunscrito a un grupo social reducido, sino a la mayor parte de la población.
“La educación más alta, y el capital humano concomitante, es uno de los más grandes logros de la humanidad. Nuestras universidades son activos que necesitan protección para compartir el desarrollo y el conocimiento que se genera en ellas. Lo mismo pasa con las escuelas. La educación nos da el poder de la imaginación y la licencia para utilizarla”, concluyó Hesketh.
FUENTE:
- Infobae
SyF – Ingeniería para la Gestión, Lima 25 de septiembre del 2017
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